El día viernes 08 de Marzo, nuestra Comunidad Educativa Monseñor Manuel Larraín, celebró el Inicio de Clases y el tiempo de Cuaresma junto a nuestro Capellán Padre Jaime Echeverría y la Hermana Paulina Dubó, quienes dirigieron la celebración litúrgica.
Buenos días queridos jóvenes y niños.
En este nuevo año que ha comenzado, queremos darles la bienvenida y ponerlos a cada uno de ustedes delante del Señor.
Especialmente en este tiempo de cuaresma que celebramos como Iglesia, tiempo que nos recuerda que:
“Somos como tierra que se siembra.
En cada uno de nosotros cae la semilla por igual,
El fruto suele ser diferente en unos y en otros.
La flor va a tener diferente color, pero su aroma sigue siendo agradable a Dios”
Para agradecer su fidelidad y su amor es necesario hacer el camino hacia Dios poniendo ante él nuestras intenciones y esperanzas, ellas son el anhelo que habita en nuestro corazón. Representantes de la educación media a entregan sus intenciones y esperanzas.
Padre Jaime Echeverría: Jóvenes, estas intenciones y estas esperanzas que han traído son el combustible que impulsa nuestro motor, ellas son ese alimento interior que nos va moviendo a superarnos cada vez más a avanzar y como le dijo el Papa Francisco a los jóvenes “Anímense, anímense a entrar cada uno en su interior y decirle a Dios: Señor: ¿Qué es lo que quieres de mí? Dejen que el Señor les hable; ya verán vuestra vida transformada y colmada de alegría.
Hermana Paulina: El llamado de hacer crecer la relación de amistad con el Señor, nos hace también palpar nuestras debilidades, nuestra propia realidad, y es esa realidad la que el Señor Ama y quiere transformar, por eso somos como Barros en sus manos, Barro que puede llegar a ser en las manos de Jesús un cántaro agradable a Dios. Estudiantes traen cántaros de greda con agua y lo depositan en el Altar.
Padre Jaime Echeverría: Niños el Papa Francisco también nos dice: “María fue una mujer feliz, porque fue generosa ante Dios y se abrió al plan que tenía para ella. Las propuestas de Dios para nosotros, como la que le hizo a María, no son para apagar sueños, sino para encender deseos; para hacer que nuestra vida fructifique y haga brotar muchas sonrisas y alegre muchos corazones. Dar una respuesta afirmativa a Dios, es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas”. Por ellos los invito a dejarse transformar como ese barro.
Hermana Paulina: Dejarse transformar es dejar que Dios saque lo mejor de cada uno de nosotros, dejar que aflore ese aroma, único, agradable, fresco, por ello hoy también estamos llamados a ser flores frescas ante el Señor. Estudiantes del primer ciclo pasan a dejar las flores en el Altar, mientras se canta una canción.
Padre Jaime Echeverría: Niños, las flores nos recuerdan aquella vocación que se gesta en lo secreto del corazón y del Alma, la flor es algo que alegra la vida, por eso debemos saber que cualquiera sea nuestra vida será siempre para alegría de Dios. Por ello sean siempre alegres, llenen sus vidas de sol, de esperanza, de fe.
Hermana Paulina: Niños y jóvenes, para lograr llegar a ser una abra acabado en manos de Dios, debemos dejarnos amar y transformar por Jesús a los pies de la cruz que nos amó y se entregó por nosotros.
Padre Jaime Echeverría: Nos entrega su mensaje
Al terminar su mensaje bendice el agua y asperja a los niños con agua bendita.
Luego nos da su bendición:
Hermana Paulina: Agradecemos al Señor poder empezar este tiempo de cuaresma con su bendición, nos despedimos cantando.
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Escrito por: Prof. Paula Villegas - Fotografías: Prof. Carolina Gaete
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA DE 2019
«La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios»
(Rm 8,19)
Queridos hermanos y hermanas:
Cada año, a través de la Madre Iglesia, Dios «concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que […] por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios» (Prefacio I de Cuaresma).
Recordemos que Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el día Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y el estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos.
En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús;
con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría,
para alcanzar la gloria de la resurrección.